Aquí la nota que inspira esta entrada, http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1285516
De ella deduzco algunas cuestiones, la nota seguro tiene algo de ficción y este comentario en parte también.
Me hizo recordar a mi educación y para transmitirles mi sensación, les cuento una anécdota.
4to año de la secundaria, creo que fue ese año… 1994, no estoy muy seguro. Llega al pueblo y a mi curso una chica de otros lares, que en el día se gana el apodo de Arturito.
Hija de gerentes de banco, su vida de colegio en colegio. Un año a lo sumo dos en cada pueblo. Según como uno lo tome puede ser genial o terrible. Ella peticita, carita con granos, anteojos, pelo carré, rulos, el delantal blanco a tablitas de escuela pública, jeans azules sin onda y zapatos ortopédicos. Para completar el “style”, viene al colegio con portafolio, de los viejos los de cuero, todo un personaje. Nena… transcurrían los ´90, y mi pueblo (Carhué) tampoco era Seattle, por cierto estaba bastante lejos de serlo… Pero así no había forma de zafar.
Estudiosa, prolija y re contra oreja, bastante antipática, creo que en ese momento no le quedaban muchas otras opciones para elegir personalidad. Con esta descripción ya comenzarán a deducir algunas de las cosas que sucedieron… Mis compañeros en 2 días la destrozaron, le calzaron el sobrenombre de Arturito y de ahí en más, seguro le vino el mismo y repetido infierno de siempre. Yo traté de cuidarla un poco, pero mi ayuda le cayó como salvavidas de plomo. La solución que le acercaba se presentaba de forma histriónica, trataba de incluirla. Pero debo haber sido al primero que deseó descuartizar. Yo buscaba que se abra, se ría de ella y de los demás, los enfrente en su campo. Al ser uno de los líderes en mi curso, tampoco iba a calzarme la bandera del justiciero y defensor a ultranza de esta chica que era lo más raro que pisaba el pueblo en la última década. Ella se iba, yo me quedaba.
Les cuento quien era yo en ese momento… hasta los 13 mis viejos me moldearon como flor de boludo, todo prolijito, católico, si bien nunca fui el mejor alumno (muy colgado para eso), era de los que se portaba bastante bien, no entendía mucho el fútbol y me aburría demasiado la escuela (técnicamente hablando). En la secundaria me di cuenta que la rebeldía se me iba a manifestar un poco más allá del concepto social de “un chico curioso”, así que rienda suelta y a la calle. Con 15, mi concepto público ya estaba más cerca de… “delincuente”. Por lo que Arturito…me odiaba bastante.
Al final de nuestra historia ella entendería.
Entendería que al exponerla estaba ayudándola a sociabilizar con las bestias de mis compañeros, me conocería un poco y rompería su prejuicio de que un “contestario punk”; supuesto líder de una pandilla de inadaptados que no permitían que ninguna clase transcurra sin principios de incendio, simulacros de intoxicaciones u otras alucinaciones grupales; tenía sensibilidad y en algún área de algo sabía.
¿Como sucedió esto?, no… no tuvimos sexo ;)! Fue por la profesora de Geografía, la señora tendría en ese momento unos 50 años, buena persona lástima que decía Uropa y hacia 20 años que repetía lo mismo con muy poca emoción. Convertía la materia en un embole. Era piola, nos copiábamos bastante y le importaba poco. Estábamos en cualquiera toda la hora.
Arturito (le digo así porque no me acuerdo el nombre) empezó a romper las bolas con preguntar donde quedaba no sé que tribu, o que ciudad o que característica tenía ésta. No recuerdo cuál era su inquietud pero estaba pesada con saber. La profesora se limitaba a “Período primario y cuaternario”, internet no existía y en la biblioteca… o manuales… o Mafalda.
En este panorama, Arturito se bloqueó. ¿Saben que le dijo la profesora para sacarse de encima al plomo?
"Anda, preguntarle a Joaquín. Aunque no parezca! si él no sabe o no te orienta… entonces no existe."
Desde ese momento, si bien no nos convertimos en amigos íntimos comenzamos a hablar mucho más y su tiempo en el colegio se hizo un poco mejor.
Cuando recordé esta anécdota, pensaba utilizarla para ejemplificar la sensación que me causo leer “… a muchas de las maestras de 22 años que supuestamente le enseñan cosas importantes…”, quería hablar de lo poco que aprendí, dar una opinión en contra de las escuelas/colegios, quería definir estos como lugares donde no se aprovecha el tiempo. Pero ahora leyendo el relato entiendo en realidad, qué es la escuela. Y sin cambiar de opinión, me doy cuenta que poco importa lo que yo crea o piense. En definitiva, en ella va a suceder cualquier cosa porque eso es lo que sucede en la vida. Uno nunca sabe de donde está aprendiendo, ni qué,ni como… Si puedo asegurarles que el aprendizaje viene, en cualquier forma.
La educación no se da excluyentemente en las escuelas. Las escuelas solo son un ámbito controlado para relacionarse con gente. Si no fuera ahí, el aprendizaje sucedería igual en otro lado, en la calle, en el club. En el fondo… da igual. En la anécdota Arturito, la profesora, mis compañeros y yo aprendemos tolerancia, respeto, humildad, y quizás hasta algo de geografía, todo fuera del programa.
Sobre las agresiones… No solo la solución para la protección personal es la violencia, a veces hay otras. Lograr el interés (como conveniencia) del agresor en no molestarte es la principal solución, ¿como se consigue? Uff! miles. A mí de chico no me fajaron mucho, uno de los posibles motivos… siempre fui muy amigo y me llevé muy bien con las chicas, eso me costó alguna fajada hasta 3er grado, después a los peleadores les empezaron a gustar las chicas tanto como a mi, y entendieron con quien tenían que llevarse bien.
En la nota el padre manifiesta “Nosotros queremos que los chicos sean distintos -dice Guinzberg, un poco exasperado-. Y ahí los uniforman. Cualquiera es un igual. ¡La gracia es ser un distinto, caracho!”.
4to año de la secundaria, creo que fue ese año… 1994, no estoy muy seguro. Llega al pueblo y a mi curso una chica de otros lares, que en el día se gana el apodo de Arturito.
Hija de gerentes de banco, su vida de colegio en colegio. Un año a lo sumo dos en cada pueblo. Según como uno lo tome puede ser genial o terrible. Ella peticita, carita con granos, anteojos, pelo carré, rulos, el delantal blanco a tablitas de escuela pública, jeans azules sin onda y zapatos ortopédicos. Para completar el “style”, viene al colegio con portafolio, de los viejos los de cuero, todo un personaje. Nena… transcurrían los ´90, y mi pueblo (Carhué) tampoco era Seattle, por cierto estaba bastante lejos de serlo… Pero así no había forma de zafar.
Estudiosa, prolija y re contra oreja, bastante antipática, creo que en ese momento no le quedaban muchas otras opciones para elegir personalidad. Con esta descripción ya comenzarán a deducir algunas de las cosas que sucedieron… Mis compañeros en 2 días la destrozaron, le calzaron el sobrenombre de Arturito y de ahí en más, seguro le vino el mismo y repetido infierno de siempre. Yo traté de cuidarla un poco, pero mi ayuda le cayó como salvavidas de plomo. La solución que le acercaba se presentaba de forma histriónica, trataba de incluirla. Pero debo haber sido al primero que deseó descuartizar. Yo buscaba que se abra, se ría de ella y de los demás, los enfrente en su campo. Al ser uno de los líderes en mi curso, tampoco iba a calzarme la bandera del justiciero y defensor a ultranza de esta chica que era lo más raro que pisaba el pueblo en la última década. Ella se iba, yo me quedaba.
Les cuento quien era yo en ese momento… hasta los 13 mis viejos me moldearon como flor de boludo, todo prolijito, católico, si bien nunca fui el mejor alumno (muy colgado para eso), era de los que se portaba bastante bien, no entendía mucho el fútbol y me aburría demasiado la escuela (técnicamente hablando). En la secundaria me di cuenta que la rebeldía se me iba a manifestar un poco más allá del concepto social de “un chico curioso”, así que rienda suelta y a la calle. Con 15, mi concepto público ya estaba más cerca de… “delincuente”. Por lo que Arturito…me odiaba bastante.
Al final de nuestra historia ella entendería.
Entendería que al exponerla estaba ayudándola a sociabilizar con las bestias de mis compañeros, me conocería un poco y rompería su prejuicio de que un “contestario punk”; supuesto líder de una pandilla de inadaptados que no permitían que ninguna clase transcurra sin principios de incendio, simulacros de intoxicaciones u otras alucinaciones grupales; tenía sensibilidad y en algún área de algo sabía.
¿Como sucedió esto?, no… no tuvimos sexo ;)! Fue por la profesora de Geografía, la señora tendría en ese momento unos 50 años, buena persona lástima que decía Uropa y hacia 20 años que repetía lo mismo con muy poca emoción. Convertía la materia en un embole. Era piola, nos copiábamos bastante y le importaba poco. Estábamos en cualquiera toda la hora.
Arturito (le digo así porque no me acuerdo el nombre) empezó a romper las bolas con preguntar donde quedaba no sé que tribu, o que ciudad o que característica tenía ésta. No recuerdo cuál era su inquietud pero estaba pesada con saber. La profesora se limitaba a “Período primario y cuaternario”, internet no existía y en la biblioteca… o manuales… o Mafalda.
En este panorama, Arturito se bloqueó. ¿Saben que le dijo la profesora para sacarse de encima al plomo?
"Anda, preguntarle a Joaquín. Aunque no parezca! si él no sabe o no te orienta… entonces no existe."
Desde ese momento, si bien no nos convertimos en amigos íntimos comenzamos a hablar mucho más y su tiempo en el colegio se hizo un poco mejor.
Cuando recordé esta anécdota, pensaba utilizarla para ejemplificar la sensación que me causo leer “… a muchas de las maestras de 22 años que supuestamente le enseñan cosas importantes…”, quería hablar de lo poco que aprendí, dar una opinión en contra de las escuelas/colegios, quería definir estos como lugares donde no se aprovecha el tiempo. Pero ahora leyendo el relato entiendo en realidad, qué es la escuela. Y sin cambiar de opinión, me doy cuenta que poco importa lo que yo crea o piense. En definitiva, en ella va a suceder cualquier cosa porque eso es lo que sucede en la vida. Uno nunca sabe de donde está aprendiendo, ni qué,ni como… Si puedo asegurarles que el aprendizaje viene, en cualquier forma.
La educación no se da excluyentemente en las escuelas. Las escuelas solo son un ámbito controlado para relacionarse con gente. Si no fuera ahí, el aprendizaje sucedería igual en otro lado, en la calle, en el club. En el fondo… da igual. En la anécdota Arturito, la profesora, mis compañeros y yo aprendemos tolerancia, respeto, humildad, y quizás hasta algo de geografía, todo fuera del programa.
Sobre las agresiones… No solo la solución para la protección personal es la violencia, a veces hay otras. Lograr el interés (como conveniencia) del agresor en no molestarte es la principal solución, ¿como se consigue? Uff! miles. A mí de chico no me fajaron mucho, uno de los posibles motivos… siempre fui muy amigo y me llevé muy bien con las chicas, eso me costó alguna fajada hasta 3er grado, después a los peleadores les empezaron a gustar las chicas tanto como a mi, y entendieron con quien tenían que llevarse bien.
En la nota el padre manifiesta “Nosotros queremos que los chicos sean distintos -dice Guinzberg, un poco exasperado-. Y ahí los uniforman. Cualquiera es un igual. ¡La gracia es ser un distinto, caracho!”.
Si está tan seguro de eso, no lo mande a la escuela.
Sin pensar me llega una idea… quizás al padre quejoso le vendría bien volver a la escuela y que lo fajen un poco.
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